Carod-Rovira, Josep-Lluís (2015): Les religions a Catalunya, Lleida: Pagès Editors

Por Eugeni Garcia Rierola
Universitat Autònoma de Barcelona

Carod-Rovira, Josep-Lluís (2015): Les religions a Catalunya, Lleida: Pagès Editors
23 de Diciembre de 2015

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La sociedad catalana ha vivido en las últimas décadas una eclosión de la diversidad en múltiples ámbitos, entre ellos el religioso. Esta diversidad está cargada de elementos positivos que enriquecen la convivencia, pero no pocas veces ha derivado también en malentendidos y conflictos de diversa índole. En este contexto, resulta muy oportuna una obra como Les religions a Catalunya, editada por Josep-Lluís Carod-Rovira y en la que participan otros cinco autores: Montserrat Coll, Joan Estruch, Manuel Forcano, Gloria García-Romeral y Antoni Pladevall. El libro ofrece una aproximación rigurosa, a la vez que asequible para lectores no expertos, a los rasgos que presenta la diversidad religiosa en la sociedad catalana de hoy y a las principales confesiones que la integran. La obra comienza situándonos en el contexto de una sociedad plural, marcada por una heterogeneidad de creencias que no es nueva pero que florece como nunca antes. A continuación, dedica un capítulo a cada una de las cuatro tradiciones religiosas con mayor implantación y arraigo en Cataluña: judaísmo, catolicismo, islam y protestantismo. Finalmente, nos propone una reflexión sobre el papel de la laicidad como marco idóneo para la convivencia en la diversidad. Cada capítulo corre a cargo de un reconocido experto en el tema en cuestión, y todos ellos han sabido divulgar su erudición con un lenguaje ameno y accesible para un amplio público.

En el primer capítulo, el sociólogo Joan Estruch dibuja una panorámica general de la realidad religiosa de la Cataluña actual, advirtiendo que, si bien la sociedad catalana es cada vez más plural, todavía no hemos alcanzado una situación en la que múltiples creencias coexistan en igualdad de condiciones. La Iglesia católica, a pesar de haber perdido su antiguo monopolio, sigue ocupando una posición preeminente. No obstante, el crecimiento de las demás religiones y la cada vez mayor visibilidad de las mismas en el espacio público, hace pensar al autor que avanzamos hacia una plena normalización de la situación religiosa en la sociedad catalana. En efecto, si bien la diversidad de tradiciones no es un fenómeno reciente –como queda bien patente a lo largo del libro–, en los últimos años se ha incrementado de forma muy notable. A raíz del fenómeno migratorio, pero también gracias a conversiones de personas autóctonas, confesiones de antiguo arraigo han visto aumentar su número de fieles y de centros de culto, al tiempo que aparecían nuevas organizaciones. Estruch aporta datos cuantitativos para evidenciar el crecimiento sostenido de las diversas tradiciones religiosas en la última década, en especial el protestantismo, las iglesias ortodoxas, el islam o el budismo.

Después de presentarnos el abanico de tradiciones que coexisten actualmente en la sociedad catalana, el autor propone un enfoque que nos parece de gran interés para avanzar en la comprensión de la diversidad religiosa. Se trata de contemplar, además de la heterogeneidad de tradiciones, la pluralidad interna que late en el seno de cada una de ellas. Para ello, debemos ir más allá de las diferencias relativas al contenido de las creencias y preguntarnos por los distintos «estilos de creencia» que pueden existir en una misma religión. En otras palabras, aquello que hoy marca realmente fronteras no es tanto el qué sino el cómo creen las personas. Estas fronteras son transversales, de modo que fieles de distintas confesiones pueden compartir estilos de creencia similares y, al mismo tiempo, estar muy alejados del modo cómo entienden y viven la fe otros creyentes de su misma religión. Los fundamentalismos serían claros ejemplos de estilos transversales que podemos identificar en prácticamente todas las religiones. De hecho, los estilos de creencia marcan hoy unas líneas de fractura que separan, sobre todo, aquellos creyentes que están próximos al fundamentalismo de los que se alejan de él (Estruch, 2015: 201).

Manuel Forcano, especialista en la historia del judaísmo, nos presenta en el segundo capítulo un fascinante recorrido por la historia de esta religión, cuya presencia en Cataluña se remonta a la época romana. Se trata de una historia tortuosa en la que épocas de prosperidad y convivencia pacífica con las demás tradiciones se alternan con periodos marcados por la persecución y el estigma. El pueblo judío vivió sus años de mayor esplendor durante el dominio musulmán; Sefarad, nombre hebreo que los judíos dieron a al-Ándalus, se convirtió en el referente idealizado del lugar donde pudieron vivir, por fin, largo tiempo sin aflicciones. El siglo XIV, en cambio, fue trágico. Diezmado por la peste, atacado por el pueblo y perseguido por las autoridades, el judaísmo quedó casi tocado de muerte en Cataluña. El empobrecimiento y la decadencia de las comunidades judías continuaron durante el siglo XV hasta llegar al funesto decreto de expulsión de 1492. Para no abandonar el país, la mayoría de judíos catalanes se vieron forzados a convertirse al cristianismo. Quedaron, entonces, sometidos a la férrea vigilancia de la Inquisición, que no escatimó brutalidad en su persecución de herejes y falsos conversos. En el siglo XIX la represión cede y se inicia una lenta reimplantación de judíos en Cataluña, procedentes de países diversos. Pero la Guerra Civil supone un nuevo trance que lleva a muchos judíos al exilio y da paso a un nuevo periodo de represión bajo un régimen franquista que el autor califica de “profundamente antijudío”. Con todo, las comunidades judías resistieron a la dictadura y florecieron de nuevo con la llegada de la democracia, gracias a un ambiente de mayor tolerancia y a la llegada de nuevas olas migratorias.

En la actualidad, la diversidad de estilos de creencia que pueden existir en una misma confesión, de los que nos hablaba Joan Estruch en el capítulo anterior, se manifiesta con claridad en las distintas comunidades judías existentes en Cataluña. Éstas conforman un abanico que va desde la ultraortodoxia hasta posturas abiertamente progresistas. Forcano termina alertando sobre la existencia en nuestra sociedad de un antisemitismo creciente basado, aún hoy, en arquetipos y prejuicios heredados de la judeofobia medieval.

En el tercer capítulo, el sacerdote e historiador Antoni Pladevall es el encargado de adentrarnos en el pasado de la Iglesia católica en Cataluña. La implantación e influencia del cristianismo, con más de diecinueve siglos de presencia activa, son muy profundas y han marcado la historia y el arte del país. Esta religión empezó a abrirse paso en la Hispania romana, primero sometida a persecución y martirio, más tarde tolerada y, finalmente, convertida en religión de poder. La Iglesia catalana medieval logró resistir la invasión musulmana en la Marca Hispánica y, más tarde, la confederación catalanoaragonesa supuso una época de esplendor y expansión territorial de la entonces provincia eclesiástica Tarrraconense. Los siglos XIV y XV, en cambio, fueron tiempos de decadencia para la Iglesia catalana, que padece enfrentamientos internos y se ve arrastrada por los sucesivos males que azotan el país (sequías, hambrunas, epidemias...), perdiendo gran parte de su poder económico y político. La unión dinástica de las coronas de Aragón y Castilla da paso a una etapa de creciente influencia de la Iglesia castellana sobre la catalana, lo que genera una serie de tensiones que no harán sino agravarse con la instauración de la dinastía borbónica.

En el siglo XIX, la Iglesia catalana se vio sacudida por las continuas pugnas entre liberales y conservadores, así como por la descristianización de la clase obrera y el creciente anticlericalismo de base popular. A finales del siglo XIX la Iglesia había perdido gran parte del protagonismo de siglos anteriores, incapaz de adaptarse a una sociedad que había cambiado profundamente a raíz de la industrialización y el creciente laicismo. Los intelectuales más progresistas y, sobretodo, las clases obreras urbanas identificaban la iglesia con el conservadurismo y arremetían contra ella unas veces con sátira y otras con arrebatos violentos, entre los que destaca la quema de conventos de la Semana Trágica (1909). La hostilidad hacia la Iglesia se exacerbó durante la Guerra Civil con el asesinato de clérigos y religiosos. Con la dictadura se instauró el nacionalcatolicismo, un largo periodo marcado por la sumisa vinculación de la Iglesia española al régimen franquista.

La exposición de Pladevall nos parece de una gran claridad y rigor, si bien sorprende que no haya extendido su análisis a los años posteriores a la dictadura. En particular, habría resultado muy oportuna una descripción sobre cómo se ha ido posicionando la Iglesia frente al proceso de secularización y a la progresiva pérdida de su monopolio religioso en la sociedad catalana.

El cuarto capítulo está dedicado al islam. Gloria García-Romeral, investigadora especializada en gestión de la diversidad religiosa y comunidades islámicas, describe en primer lugar el periodo histórico del al-Ándalus y, a continuación, se centra en el análisis de la presencia y la creciente visibilidad del islam en la sociedad actual. Habiendo dominado durante tres siglos buena parte del territorio catalán en la Edad Media, es indudable que el islam ha dejado una huella importante en la historia de Cataluña; son testimonio de ello, por ejemplo, el sinfín de topónimos y palabras en lengua catalana que son de raíz andalusí. A partir de la década de 1960, la presencia de la cultura y religión islámicas en nuestra sociedad se ha incrementado notablemente por el impulso de las migraciones internacionales. A partir del año 2000, una serie de sucesos –entre los que destacan los atentados del 11S y el 11M– hacen incrementar la atención social sobre el mundo islámico y la posición de la población musulmana residente en nuestra sociedad. Se acentúan también los conflictos vecinales en torno a la construcción de mezquitas en distintas poblaciones y otras polémicas, como la que suscita el uso del velo islámico. Mientras tanto, la expansión del islam en Cataluña ha seguido constante, hasta convertirse en la segunda minoría religiosa, por detrás de los evangélicos.

Convencida de que el islam es una parte muy importante del pasado y del presente de Cataluña, García-Romeral apunta interesantes reflexiones respecto al futuro de esta tradición. En primer lugar, subraya el hecho de que el islam no es una religión «trasplantada» a Europa, como a veces se piensa, sino que se adapta al contexto donde se implanta. También pone énfasis en la gran diversidad interna de las comunidades islámicas afincadas en Cataluña, que obedece a su variedad de orígenes. Estamos ante un colectivo rico y heterogéneo, con notables diferencias internas en materia doctrinal, lingüística, socioeconómica o cultural. Como conclusión, la autora remarca la necesidad de entender el islam en Cataluña como una realidad plural, que ya no puede ser considerada una presencia nueva o ajena, sino enraizada y cada vez más visible.

En el quinto capítulo, le corresponde al editor del libro, Josep-Lluís Carod-Rovira, describir la presencia del protestantismo en Cataluña. La reforma protestante impulsada por Lutero, surge en 1517 como reacción a los desmanes y la opulencia de la Iglesia católica de la época. Lo que empezó como protesta acabó en cisma y, finalmente, en un profundo cambio religioso, político, económico, cultural y lingüístico en el corazón de Europa, que acabaría expandiéndose por el mundo. Las ideas protestantes llegan a tierras catalanas a partir del siglo XVI por distintas vías, a pesar del control y la represión del poder real y la Inquisición, pero no acabó cuajando por distintos motivos, principalmente de tipo político y cultural. Además de la brutal represión ejercida por el Santo Oficio, que hacía imposible el proselitismo o la creación de lugares públicos de culto, el luteranismo suponía un cambio demasiado brusco para la religiosidad popular catalana. El clima y las tradiciones mediterráneas chocaban con la austeridad expresiva del protestantismo. Por todo ello, fue considerado durante mucho tiempo una religión foránea y extraña.

No fue hasta 1869, cuando se abre un paréntesis de libertad de culto en el Estado español, que el protestantismo empieza a expandirse, con la conversión de personas del país y la llegada de misioneros extranjeros. A principios del siglo XX las diversas denominaciones protestantes (metodistas, baptistas, asambleas de hermanos…) fueron proliferando por el territorio, no sin dificultades relacionadas con los entierros, las bodas civiles, etc. La República decretó la libertad de culto y supuso el reconocimiento de los protestantes como ciudadanos de pleno derecho, pero la victoria del franquismo dio paso a un nuevo periodo de prohibiciones. A finales de los sesenta el protestantismo empezó a romper la situación de discriminación y silencio público, resurgiendo entidades, centros de culto y publicaciones. En la actualidad, asistimos a una eclosión del protestantismo, la confesión religiosa que más crece en el país. La inmigración procedente de países diversos, sobre todo de América Latina, ha propiciado en gran medida la expansión de iglesias como las pentecostales o carismáticas, entre otras. También en el caso del protestantismo estamos ante una confesión internamente muy plural, compuesta por una gran variedad de denominaciones y estilos de creencia.

El libro concluye con un capítulo dedicado a explorar la relación entre laicidad y diversidad religiosa. Montserrat Coll, exdirectora general de Asuntos Religiosos de la Generalitat de Cataluña, insiste en la necesidad de no confundir el laicismo con una postura antirreligiosa. La autora propone una forma de laicidad entendida como un sistema y un principio que preconiza la distinción entre el poder político y las confesiones religiosas, pero que no trata de excluir la religión del espacio público sino de garantizar que el gobierno no se identifica con ninguna confesión en concreto. Esta separación es propia de un sistema democrático moderno y hace posible un espacio de libertad donde todas las opciones legítimas de fe y de pensamiento pueden desarrollarse y convivir. Asimismo, la laicidad también se traduce en una separación entre lo público y lo privado; pero es un error suponer que esta distinción implica que la religión deba quedar recluida en la esfera privada, sino que puede manifestarse públicamente sin que tenga que ser compartida por todos.

Una vez descartados los malentendidos que han acompañado el concepto de laicidad, Coll hace una revisión crítica de diversos modelos de relación entre instituciones políticas y confesiones religiosas que se han desarrollado en Europa, analizando sus consecuencias y contradicciones. Pone en evidencia, por ejemplo, cómo el modelo español de gestión de la pluralidad religiosa parte de una supuesta neutralidad política en relación con las confesiones pero entra en la contradicción de establecer diferencias y niveles entre ellas, de lo que resulta el mantenimiento de una posición de privilegio de la Iglesia católica. Tras hacer balance de distintas fórmulas de laicidad, la autora concluye que ésta debe entenderse como una separación entre lo político y lo religioso que, no obstante, incluya el reconocimiento mutuo y la colaboración, siempre en pie de igualdad. Se trata de una laicidad que implica el respeto a todas las confesiones religiosas, sin privilegios y dentro del marco de unos valores y leyes comunes. En definitiva, laicidad significa la normalización del hecho religioso plural y de la diversidad de opciones de pensamiento en una sociedad moderna y democrática. Ninguna fe puede ser impuesta a la totalidad de la ciudadanía, pero la libertad de pensamiento, conciencia y religión, así como la igualdad de derecho, sí que nos pertenecen a todos.

Esta reivindicación que hace Montserrat Coll de la laicidad como punto de encuentro y espacio de convivencia es el colofón idóneo para redondear una obra cuya pretensión es presentar el pluralismo religioso como un valor que debemos apreciar en toda su riqueza. Cabe destacar la rigurosidad en la exposición de las cuatro religiones más implantadas en Cataluña, que reciben un tratamiento equilibrado y objetivo. Sin embargo, hemos echado en falta algo más de atención a otras minorías religiosas también presentes en Cataluña, tales como el hinduismo, el sikhismo, el budismo o el bahaismo, entre otras. Ciertamente, se trata de creencias más minoritarias y con menos arraigo, pero que también vienen experimentando un crecimiento importante en las últimas décadas y muestran un notable dinamismo (ISOR, 2014). El libro aporta datos cuantitativos que muestran el crecimiento de estas confesiones, pero no profundiza en ellas. También merecerían alguna mención las nuevas formas de religiosidad, compuestas por un abanico de movimientos, a menudo eclécticos y poco estructurados, que proliferan en el actual escenario de pluralismo. Podemos ver en estos movimientos nuevas formas de reencantamiento del mundo que confirman la tesis de que en la sociedad moderna la religión no desaparece sino que se transforma (Mardones, 1996; Estruch, 2015). Añadiendo alguna pincelada referida tanto a las minorías religiosas tradicionales como a estas nuevas espiritualidades, el libro habría dado una idea aún más precisa del mosaico de creencias que coexisten hoy en la sociedad catalana.

En cualquier caso, Les religions a Catalunya constituye sin duda una valiosa aportación para combatir la incultura en materia religiosa que, en palabras de Carod-Rovira, «puede ser una fuente constante de problemas y conflictos en el seno de la sociedad contemporánea» (p. 13). La convivencia en una sociedad plural no debería basarse en vagas apelaciones a la tolerancia, hechas a menudo desde actitudes condescendientes y poco convencidas. No basta con tolerar la diversidad como quien soporta algo incómodo porque no hay otro remedio. Se trata de avanzar hacia un respeto sincero que haga posible la convivencia en plano de igualdad, para lo cual es imprescindible conocer y abrirse al otro. La ignorancia puede devenir fácilmente en caldo de cultivo para el prejuicio y la xenofobia. Conscientes de ello, los autores nos acercan a las realidades pasadas y presentes de las principales confesiones, realidades que probablemente sorprenderán a muchos lectores por la hondura de sus raíces y por su diversidad interna. Con ello, el libro contribuye a desmontar la visión superficial que presenta estas tradiciones como ajenas o recién llegadas, o como bloques monolíticos e impermeables. Aporta, además, fundados argumentos sobre cómo gestionar la diversidad religiosa entendiéndola como un valor perfectamente compatible con la libertad y la cohesión social.

 

Bibliografía:

Estruch, J. (2015) Entendre les religions. Una perspectiva sociológica, Barcelona: Editorial Mediterrània.

ISOR (2014) El mapa de les minories religioses a Catalunya. Informe d’actualització sobre les confessions minoritàries a Catalunya. Novembre 2014.

Mardones, J. M. (1996) ¿Adónde va la religión? Madrid: Sal Terrae.

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