MONTERO, Feliciano, CUEVA, Julio de la y LOUZAO, Joseba (eds.) (2017): La historia religiosa de la España contemporánea: Balance y perspectivas, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá de Henares

Por Javier Ramón Solans
Investigador Juan de la Cierva
Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad de Zaragoza

MONTERO, Feliciano, CUEVA, Julio de la y LOUZAO, Joseba (eds.) (2017): La historia religiosa de la España contemporánea: Balance y perspectivas, Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá de Henares
26 de Diciembre de 2018

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Durante mucho tiempo la historia religiosa española ha permanecido atrapada entre una historia beligerantemente anticlerical y una visión benevolente y panegírica. Editada por Feliciano Montero, Julio de la Cueva y Joseba Louzao, la obra que aquí se reseña constituye una magnífica prueba de la superación de este estancamiento así como de la actualización de la historiografía española con sus pares europeos y americanos. En sí misma la trayectoria de los tres editores encarna la evolución que ha experimentado la historiografía religiosa en España. Feliciano Montero aparecería como uno de los pioneros en la historia religiosa en España. Montero no sólo colocó una de las primeras piedras en el camino hacia la profesionalización de esta materia sino que también supo articular en torno a él un potente grupo de investigación y contribuyó decisivamente a la internacionalización de la historiografía española. Por su parte, Julio de la Cueva y Joseba Louzao representan respectivamente la consolidación y expansión de los estudios sobre historia religiosa en España. Es precisamente en torno a este núcleo y en el marco del congreso que dio lugar a este libro que tuvo su germen definitivo la Asociación Española de Historia Religiosa Contemporánea.

Este volumen colectivo viene a ofrecer un balance muy completo de la situación de los estudios de historia religiosa en España. Cualquier estudioso que quiera acercarse a esta cuestión tendrá que abordar antes alguno de los magníficos balances presentes en esta obra. La última gran reflexión de este tipo que se había realizado en la historia religiosa española había sido en cierta medida tutorizada por la historiografía francesa en el volumen publicado por la Casa Velázquez y editado por Benoît Pellistrandi, L’histoire religieuse en France et en Espagne (2004). Catorce años han pasado desde aquel volumen y la historiografía religiosa española ha mostrado claros signos de madurez e independencia. De hecho, cada una de las contribuciones de La historia religiosa de la España contemporánea se puede considerar como una completa e inevitable introducción para aquellos que quieran conocer o investigar los diversos temas y metodologías de la historia religiosa contemporánea española.

La historia religiosa de la España contemporánea se articula en cuatro partes: «el conflicto político-religioso (1808-2015)», «la jerarquía, el clero y los laicos», «nuevos enfoques» e «historiografía regional e historiografía internacional». Los balances de la primera parte son fundamentalmente muy positivos, señalando la renovación metodológica de la historia religiosa en España y la incorporación de nuevas perspectivas provenientes del género o la historia cultural. No en vano la relación entre religión y política ha sido uno de los aspectos que más ha llamado la atención de la comunidad historiográfica española y aparece por tanto como uno de los espacios que mayor desarrollo historiográfico ha tenido.

Resulta interesante señalar cómo esta renovación ha llevado a revisar paradigmas muy aceptados por la historiografía, mostrando que también existieron tensiones entre aquellas alianzas inquebrantables del altar y el trono tras la restauración absolutista de 1814 o entre la Iglesia católica y la dictadura franquista. Además, algunos estudios de esta primera parte muestran como todavía quedan terrenos insuficientemente explorados como son por ejemplo los del reinado de Isabel II con la ausencia de estudios sobre personajes centrales de la llamada «corte de los milagros» (Antonio María Claret y sor Patrocinio, entre otros) o sobre una época tan reciente de la historia española como la Transición. Incluso en períodos en apariencia mejor estudiados como el de la Segunda República y la Guerra Civil, queda todavía mucho por saber sobre las variedades regionales del conflicto anticlerical. En este sentido, Julio de la Cueva Merino señala la necesidad de realizar descripciones densas, allá dónde las fuentes lo permitan, de la propia violencia anticlerical.

Desde una perspectiva institucional, la segunda parte nos ofrece una panorámica de los estudios recientes sobre actores católicos tan importantes como el Vaticano, el episcopado, el clero secular, el asociacionismo católico y la Acción católica. En este apartado se constata el importante camino que se ha recorrido en la historiografía religiosa en España así como el que todavía queda por recorrer. Así, además de los escasos estudios que como bien apunta Francisco J. Carmona existen sobre el clero secular y su educación, resulta en cierto modo sintomática la ausencia en esta parte de reflexiones sobre dos actores fundamentales de la historia religiosa contemporánea: el clero regular y los propios fieles. Con respecto a los regulares queda mucho todavía por estudiar sobre aspectos tales como los efectos de la desamortización, la llegada de órdenes religiosas suprimidas desde Francia, las misiones religiosas españolas en el mundo o la restauración de la Compañía de Jesús. En segundo lugar, desde una perspectiva más antropológica y siguiendo la estela de los magistrales trabajos de William A. Christian, quedaría por profundizar en cómo los fieles vivieron e interpretaron la fe católica en la España contemporánea.

En este apartado tampoco se trata de uno de los procesos más importantes dentro de la historia de la Iglesia católica, el giro ultramontano que reforzó y consolidó la autoridad del papa en todo el mundo. En este sentido, se echa de menos un balance de los estudios sobre la recepción, implementación y desarrollo de las grandes corrientes teológicas y eclesiológicas dentro de la Iglesia católica, desde el ultramontanismo hasta la teología de la liberación, pasando por el catolicismo liberal o el modernismo. Asimismo, también hubiera sido necesario incorporar al análisis la creación de otros espacios de reunión tan importantes para el desarrollo del catolicismo como fueron los distintos congresos nacionales e internacionales que se celebraron desde finales del siglo XIX así como otro tipo de eventos como las jornadas mundiales de la juventud.

El tercer apartado dedicado a los nuevos enfoques incluye renovadas aproximaciones temáticas y metodológicas a las congregaciones religiosas y educación, los medios de comunicación, el género, la historia cultural, las minorías religiosas y los archivos religiosos. La cuestión de la educación religiosa se presenta como un terreno insuficientemente explorado que, como demuestra Maitane Ostolaza tanto en su capítulo como en su obra, resulta extremadamente prometedor. Del mismo modo, el estudio de la prensa y más recientemente de otros medios de comunicación como el cine o la radio, aparece como un elemento fundamental para comprender la dimensión pública que tiene la Iglesia católica.

Tanto los balances realizados por Inmaculada Blasco y Joseba Louzao como sus publicaciones constituyen una buena muestra del enorme potencial renovador que han tenido tanto los estudios de género como la historia cultural. El texto de Inmaculada Blasco ofrece un balance sobre los debates en torno a la feminización del catolicismo, las masculinidades católicas y los movimientos y asociaciones católicas femeninas. Como bien señala dicha autora, la contribución del estudio de religión y género ha ido todavía más lejos y se ha planteado como un elemento central para la comprensión de la secularización, la modernidad o la formación de identidades en las sociedades contemporáneas. Por su parte, como se ocupa de señalar Joseba Louzao, la historia cultural y también la antropología han servido para comprender mejor fenómenos como el anticlericalismo, las guerras culturales, la ciudadanía católica y la cultura política nacionalcatólica. Asimismo, la historia cultural ha permitido acercarse a la percepción de los fieles a través de sus manifestaciones más “heterodoxas”: brujería, profecía, santería, etc. así como a través del estudio de la muerte y los rituales públicos.

El capítulo de Francisco Díez de Velasco resulta fundamental al mostrar, junto con las contribuciones realizadas en este libro por Gregorio Alonso y Joseba Louzao, la importancia de un campo de investigación emergente como es el de las minorías religiosas en España, especialmente en las décadas más recientes de su historia. Este capítulo muestra precisamente uno de los límites que ha tenido la historia religiosa en España y es que esta ha sido casi exclusivamente la historia del catolicismo. En este sentido, trabajos como los de Manuel Suárez Cortina para el siglo XIX o los del propio Joseba Louzao para el XX muestran cómo aunque las minorías religiosas no desempeñaran un papel significativo en número sí que tuvieron un rol central en la definición del espacio público así como en la movilización del catolicismo a través del antiprotestantismo y el antisemitismo. Asimismo, Gregorio Alonso, Joseba Louzao o Manuel Suárez Cortina, entre otros, han apuntado a la necesidad de abordar otras manifestaciones religiosas como el espiritismo o la teosofía. Aunque su naturaleza religiosa sea cuestionable, quedaría además la pregunta de si cabe incorporar al análisis movimientos que han sido calificados como religiones políticas o seculares como el deísmo, el nacionalismo, el comunismo o el fascismo.

Este tercer apartado se cierra con una contribución de Miguel Ángel Dionisio Vivas en la que ofrece un balance de los problemas que experimentan los contemporaneístas a la hora de trabajar en los archivos eclesiásticos así como las posibles soluciones. Además, Dionisio Vivas presenta posibles fuentes eclesiásticas para la renovación de los estudios religiosos en España. En este tercer apartado sobre «nuevos enfoques» se echa en falta un capítulo sobre una de las perspectivas de análisis que más está renovando la historiografía religiosa, la historia transnacional. En este sentido, autores como José Ramón Rodríguez Lago o Javier Ramón Solans han estudiado las relaciones entre los católicos de ambos lados del Atlántico en los siglos XIX y XX.

El cuarto y último apartado está dedicado a la historiografía regional española y a la historiografía internacional. Los apartados dedicados a la historiografía regional incluyen trabajos sobre País Vasco y Navarra, Cataluña, Galicia y Andalucía, espacios con un notable desarrollo historiográfico sobre estos temas. Por su parte, el balance de Benoît Pellistrandi muestra un momento decisivo en el desarrollo de la historiografía religiosa en Francia. Tras haberse consolidado como disciplina y haber operado con éxito un cambio generacional en las últimas décadas, la historia religiosa francesa debe, según dicho autor, encontrar nuevas vías para contribuir a los debates colectivos de la historiografía francesa. Si bien existen algunas interesantes reflexiones, en sus últimas páginas Pellistrandi carga injustificada e inexplicablemente contra los estudios de género, en quiénes ve una especie de competidor con los estudios religiosos y cuyas miras no duda en calificar como estrechas. Contribuciones presentes en este mismo volumen como las de Inmaculada Blasco muestran sin lugar a duda lo erróneo de estos planteamientos.

El libro se cierra con un magistral balance de la historiografía religiosa argentina por Roberto di Stefano, un balance que es también una invitación al diálogo entre la historiografía de ambos lados del Atlántico, especialmente desde el lado español, dónde con notables excepciones se ha ignorado la historiografía latinoamericana. El balance de Roberto di Stefano sobre la evolución de la historiografía argentina presenta además el interés de presentar algunos paralelismos con el caso español en la forma en que se produjo la evolución desde una historia confesional a otra más profesional así como la importante cesura que las experiencias dictatoriales tuvieron en este proceso.

Finalmente, La historia religiosa de la España contemporánea ofrece una última y contundente prueba del buen estado en el que se encuentra la historiografía religiosa en España, 170 páginas de bibliografía. Con ello además este libro se ofrece como la guía más importante e imponente para adentrarse en el estudio de la historia religiosa en la España contemporánea. Además, las nuevas generaciones de historiadores e historiadoras encontrarán en este libro una herramienta de gran utilidad para comenzar sus investigaciones y situar sus objetos de estudio. Por todo ello, La historia religiosa de la España contemporánea se convertirá en un libro de referencia en el pleno sentido de la palabra, una obra que fija como en una foto un momento de la historiografía religiosa y a la vez presenta y abre nuevas vías para su desarrollo.

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