La extraordinaria expansión del Pentecostalismo Global y sus dos narrativas

Cuestiones de pluralismo, Volumen 4, Número 1 (1er Semestre 2024)
18 de Marzo de 2024
DOI: https://doi.org/10.58428/YTPW4154

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Por Michele Cunico

Según las estadísticas más acreditadas, el Pentecostalismo está viviendo una fase de extraordinaria expansión en todo el mundo. Sin embargo, tras los números se encuentra un movimiento complejo y heterogéneo, sobre el cual existen narrativas aparentemente inconciliables.


 

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LA FASCINACIÓN POR LOS NÚMEROS

En el estudio del Pentecostalismo los números son particularmente importantes. No hay prácticamente artículo o libro que no haga referencia a las impactantes cifras de su demografía para describir el movimiento religioso. Según el World Christian Database, la mayor institución mundial para el recuento de los cristianos en el mundo, 35.000 nuevos creyentes se convierten cada día a la fe pentecostal. En 2020, afirma la misma institución, los pentecostales en el mundo superaban los 620 millones y en 2050 serán más de un billón. Esto significa que, en menos de treinta años, uno de cada tres cristianos será un cristiano pentecostal.

Además de la magnitud de los números, lo que genera asombro es la rapidez de la expansión. A pesar de ser un movimiento religioso joven, colocándose tradicionalmente su origen en 1906, en su breve vida el Pentecostalismo se ha impuesto como la religión que, a nivel global, se expande más rápidamente.

El fenómeno presenta proporciones impactantes sobre todo en África y América Latina. En países como Nigeria, Sudáfrica, México o Brasil la fundación de nuevas iglesias es incesante y su número ya iguala o supera el número de las iglesias católicas y evangélicas tradicionales. También en Asia, particularmente en Corea y Filipinas, la expansión procede de forma muy acelerada, restando cada día más fieles a las religiones tradicionales.

Como consecuencia de mirar al Pentecostalismo a través de los números, se ha popularizado la idea de un movimiento religioso triunfante, destinado a ganar una supuesta competición para el control de la cristiandad. Muchos teólogos y sociólogos, precisamente apoyándose en la autoridad de los números, hablan abiertamente de una nueva Reforma, más potente y drástica que la primera, que estaría ‘pentecostalizando’ el panorama religioso global.

En este clima de ‘triunfalismo demográfico’ se tiende a olvidar que números y estadísticas, a pesar de su aparente objetividad, siempre poseen una carga ideológica, la cual puede dificultar la comprensión del fenómeno que pretenden describir. En el caso del Pentecostalismo, mirar acríticamente a las cifras ha tenido como consecuencia considerar el Pentecostalismo como un movimiento unitario, con características doctrinales homogéneas y un patrón de desarrollo coherente en todo el mundo. A este modo de mirar al Pentecostalismo se le llama ‘Pentecostalismo Global’.

LA DOBLE NARRATIVA SOBRE EL PENTECOSTALISMO GLOBAL

A pesar de las estadísticas, la imagen de coherencia que transmite el modelo del Pentecostalismo Global es engañosa. Detrás de los números se encuentra un movimiento en continua transformación, en el cual conviven realidades heterogéneas y aparentemente contradictorias. Las estadísticas, a pesar del asombro y de la idea de unidad que producen, no pueden ocultar las muchas diferencias que existen tanto en el modo de entender el Pentecostalismo desde un punto de vista doctrinal, como de experimentarlo desde un punto de vista fenomenológico. No existe una definición unánime de Pentecostalismo, ni tampoco un acuerdo sobre lo que significa exactamente ser un cristiano pentecostal. De hecho, es muy distinta la manera en la que un pastor de una denominación pentecostal histórica define la propia fe, respecto a como lo hace un pastor de una iglesia independiente de recién institución. Muy diferentes son también las modalidades a través de las cuales los creyentes experimentan su fe en un contexto, por ejemplo, africano, con respecto a un contexto norteamericano, asiático o europeo. Todo esto se debe a que la religión pentecostal no posee un aparato dogmático ni una estructura jerárquica definida. Se trata de un fenómeno religioso extremadamente fluido y flexible, tanto en su doctrina como en su organización, y esto hace que sea más oportuno definirlo como un movimiento religioso, en continuo devenir, más que una religión en busca de codificación. El empleo del término ‘movimiento’ quiere precisamente evidenciar su intrínseca capacidad de evolución y su flexibilidad, gracias a las cuales el Pentecostalismo ha logrado adaptarse a contextos muy diferentes en muy breve tiempo.   

Esta misma flexibilidad, sin embargo, ocasiona incertidumbres y perplejidades a la hora de describir el movimiento. Tanto en las publicaciones especializadas, como en la prensa más divulgativa, existe una complejidad representacional, que sumándose a la complejidad definitoria y fenomenológica, dificulta la comprensión. Esta complejidad se manifiesta en la presencia de una doble narrativa.

Por una parte existe la que podemos denominar ‘narrativa del éxito’, que presenta al Pentecostalismo como un movimiento de gran influencia, no solamente religiosa, sino también social, económica y hasta política. Es una narrativa que se centra fundamentalmente en el papel de las ricas mega-iglesias, estadounidenses, pero no solo, mostrando los extensos recursos económicos y humanos de los que disponen y su perfecta integración en el sistema económico global. En las faraónicas estructuras de estas iglesias se congregan miles de personas, atraídas por las habilidades comunicativas de pastores-empresarios multimillonarios, cuya influencia llega a muchos líderes políticos. En esta narrativa, el Pentecostalismo busca la mayor visibilidad posible, impulsado por el objetivo de la reconquista espiritual y material de un Occidente definido como secularizado y corrupto.

Dependiendo de quien la escuche, la ‘narrativa triunfalista’ es capaz generar un sentimiento de admiración o de desconfianza. Muchas personas se sienten atraídas por su insistencia en el éxito y el bienestar material, a menudo sintetizada a través del lema de la ‘Teología de la Prosperidad’. Sin embargo, para otras personas no resulta fácil hacer convivir la insistencia en la materialidad con una idea más espiritual de religión.

Completamente opuesta a la ‘narrativa del éxito’ es la que podemos definir como la ‘narrativa de la marginalidad’. Esta narrativa da a conocer un Pentecostalismo invisible, cuyas iglesias ocupan edificios semiabandonados en los suburbios de las grandes ciudades. Esta narrativa describe al Pentecostalismo como un movimiento que no busca integrarse en la sociedad, sino que pretende separarse de ella. Surge la imagen de un movimiento más interesado en la defensa de las minorías que en la participación en las dinámicas socioculturales y económicas globales. Sus iglesias son descritas metafóricamente como ‘refugios’ para aquellas personas que sufren algún tipo de marginación social. Personas que, al sentirse inadaptadas al mundo, buscan algún tipo de compensación.

La ‘narrativa de la marginalidad’ también genera sentimientos contradictorios. Para algunos, es una ‘narrativa de resiliencia’, que refuerza la autoestima alimentando la defensa identitaria y la solidaridad comunitaria. Para otros, al contrario, es una narrativa que genera marginalidad y rechazo, debido a que viene conectada con la idea de pobreza y fracaso.

Las dos narrativas conviven al mismo tiempo, lo cual acaba produciendo una complejidad representacional que dificulta la equilibrada comprensión del movimiento.

¿Cuál de las dos narrativas es la correcta?

La respuesta es que, aunque contradictorias, las dos son verdaderas y falsas al mismo tiempo. Ambas son hijas del modelo interpretativo del Pentecostalismo Global, del cual representan las dos caras. Una no puede existir sin la otra y ambas, por si solas, son incompletas.

UNA RELIGIOSIDAD MARGINAL, PERO MUY LLAMATIVA

Detrás de la existencia de dos narrativas aparentemente opuestas hay motivaciones históricas e ideológicas y, para entenderlas, hay que remontarse a los orígenes del movimiento pentecostal.

Según la versión más acreditada, el movimiento pentecostal nació en la primavera de 1906 en Los Ángeles, cuando un grupo de personas afroamericanas empezó a reunirse en un humilde edificio en la calle Azusa, en un barrio pobre de la ciudad, para escuchar la predicación del pastor negro William Seymour (1870-1922). Tanto Seymour como casi todos sus seguidores eran hijos e hijas de esclavos liberados, por lo tanto personas de baja condición social, marginadas económica y racialmente. En sus reuniones oraban y alababan a Dios a través de formas de expresión muy llamativas, mezclando durante muchas horas invocaciones, gritos, llantos y movimientos corporales incontrolados.  Afirmaban estar poseídos por el espíritu de Dios, que les otorgaba el poder de hablar en lenguas desconocidas (glosolalia), curar enfermedades y expulsar los espíritus malignos.

Una religiosidad tan llamativa no podía pasar desapercibida y por eso, a pesar de ser personas marginalizadas, Seymour y sus seguidores atrajeron rápidamente la atención de la prensa local y nacional. En pocos días, la noticia de aquellas personas incultas que hablaban lenguas desconocidas y oraban con modalidades que a los demás parecían exageradas, se extendió rápidamente por todo Estados Unidos. Sin embargo, al mismo tiempo que la nueva religión atraía la atención de miles de personas, su interés hacia aquellos que vivían en los márgenes de la sociedad alimentó prejuicios y desconfianza. A pesar del clamor y del interés que suscitaba, o tal vez precisamente por ello, el Pentecostalismo fue considerado como una secta y por muchos años la narrativa que prevalece es la de un movimiento marginal para marginados, refugio de personas desadaptadas y perdedoras.

HACIA EL CAMBIO DE NARRATIVA

El predominio de la ‘narrativa de la marginalidad’ estuvo presente hasta los años ochenta del pasado siglo, cuando se produjo una inversión del equilibrio de fuerzas entre las dos narrativas. Se trató de un verdadero cambio de paradigma interpretativo y fue consecuencia de la confluencia estratégica de tres diferentes proyectos, de orden estadístico, teológico e histórico.

El protagonista principal de este cambio fue David B. Barrett (1927-2011), un ingeniero aeronáutico que en 1957 se había hecho misionero en Kenia con la Sociedad Misionera Anglicana. Desde entonces, Barrett se había dedicado a viajar para recopilar datos sobre la presencia de las misiones cristianas en todo el planeta y en 1982, en colaboración con Todd Johnson, había publicado la primera edición de la World Christian Encyclopedia. A partir de 1988 Barrett difundió una clasificación del Pentecostalismo en tres olas sucesivas: la del Pentecostalismo clásico, directamente conectado con el nacimiento americano del 1906, la de los ‘carismáticos’, que incluía pentecostales que actuaban dentro de las denominaciones católicas y protestantes, y, finalmente, las denominadas ‘redes carismáticas independientes’. Esta tercera ola se refería a todas las demás realidades religiosas dispersas por el planeta que en sus estadísticas Barrett relacionaba, de una manera o de otra, con el Pentecostalismo. Será este tercer grupo el llamado a protagonizar la denominada ‘explosión pentecostal’. Gracias a esta clasificación, el movimiento pentecostal mundial pasó de 332 millones de practicantes en 1988 a 523 millones en 2000. El conjunto de las tres olas fue denominado por Barrett ‘la renovación pentecostal y carismática del Espíritu Santo’. A este sistema de clasificación y de interpretación se le denominará en los decenios sucesivos ‘Pentecostalismo Global’, donde la palabra ‘Global’ oscila entre una acepción descriptiva y una prescriptiva/interpretativa.

Según el modelo del Pentecostalismo Global, todas las manifestaciones pentecostales en el mundo se difundían a partir de un origen común, el famoso ‘avivamiento de la calle Azusa’, y, aunque organizándose de manera diversificada según los contextos locales, presentaban el mismo patrón de desarrollo y la misma coherencia estructural. A través de estadísticas y cronologías estándares, se imponía una visión ‘evolucionista’ del movimiento, según la cual toda nueva manifestación religiosa que no se podía relacionar con las denominaciones tradicionales y que enfatizaba el empoderamiento a través del Espíritu, independientemente del contexto en el que se desarrollaba, se consideraba de facto una evolución adaptativa del propio Pentecostalismo.

Detrás de la afirmación del Pentecostalismo Global estaban las ideas de algunos teólogos norteamericanos que, deseando recuperar la visión del cristianismo como fuerza de transformación histórica, proporcionaron al modelo sus presupuestos ideológicos. Entre los más influyentes se encontraban John Wimber (1934-1997), líder de la Vineyard Christian Fellowship, y Charles Peter Wagner (1930-2016). Este último, con su bestseller The third wave, publicado en el mismo año 1988, sugirió probablemente a Barrett la noción conceptual de las tres olas progresivas. Según Wagner, el mundo estaba encaminado en la senda de una nueva era del Espíritu, que habría acabado con todas las diferencias denominacionales.

Las estadísticas de Barret eran exclusivamente descriptivas, sin embargo fueron vistas por muchos teólogos y sociólogos de la religión como prueba de la fuerza del movimiento pentecostal sobre la cristiandad y sobre la sociedad en su conjunto. Esto produjo una inversión del equilibrio de poder entre las dos narrativas y, a partir de entonces, la ‘narrativa del éxito’ prevaleció sobre la ‘narrativa de la marginalidad’.

La nueva clasificación no estuvo exenta de polémicas y dio lugar a un animado debate entre los partidarios de una visión más ‘estrecha’ y los de una visión más ‘ancha’ del Pentecostalismo. Por una parte estaban los conservadores, que no aceptaban que iglesias independientes, sin conexiones históricas con los hechos de la calle Azusa, fuesen consideradas iglesias pentecostales. Su objetivo era mantener el control del movimiento en manos de las grandes denominaciones pentecostales clásicas, principalmente de origen estadounidense. En el otro bando estaban los progresistas, defensores de una postura más abierta e inclusiva, interesados en difundir una concepción menos doctrinal y más experiencial de la fe pentecostal.

La persona que quizás más contribuyó a la afirmación de un Pentecostalismo inclusivo fue el teólogo suizo Walter Hollenweger (1927-2016). Su obra mayor, titulada The Pentecostals: The Charismatic Movement in the Churches, fue publicada, en la edición inglesa, en 1972. Destinada a devenir la piedra angular de los estudios sucesivos sobre Pentecostalismo, la obra de Hollenweger definía el Pentecostalismo como un movimiento ‘curativo’ para las personas marginalizadas y argumentaba que la gran expansión del movimiento en los países pobres era debida tanto a su teología de tipo espontáneo como a sus peculiares modalidades comunicativas, particularmente aptas, según el teólogo, para favorecer la comunicación con el Espíritu de Dios. Hollenweger vinculaba directamente el nacimiento y la difusión del Pentecostalismo a las capacidades expresivas de los afroamericanos descendientes de los esclavos africanos. De esta manera, demostraba su cercanía ideológica a los movimientos de liberación nacional de los países africanos y asiáticos de los años cincuenta y sesenta, así como a los movimientos para la conquista de los derechos civiles de las personas negras en los Estados Unidos de los años sesenta.

MÁS ALLÁ DE LAS NARRATIVAS DICOTÓMICAS

¿Qué conclusiones podemos sacar de estas breves notas?

La primera es que las estadísticas sobre la difusión del Pentecostalismo no son suficientes, por sí solas, para comprender el movimiento pentecostal en toda su complejidad y hasta pueden resultar engañosas. Sin dejar de ser útiles para conocer el tamaño de la expansión que el movimiento ha alcanzado, las cifras no dan cuenta de las dinámicas históricas e ideológicas que interactúan en su interior. Con su pretensión de exhaustividad, los números terminan ocultando la complejidad de un fenómeno que no se deja encasillar en categorías pre-establecidas, ni clasificar por etiquetas.

La segunda conclusión que podemos extraer es que el movimiento pentecostal, cuando se observa a través de las narrativas contradictorias que lo acompañan, acaba reduciéndose a metáforas lingüísticas que crean la ilusión de la existencia de un ‘Pentecostalismo del éxito’ contrapuesto a un ‘Pentecostalismo de la marginalidad’.

Tanto la primera como la segunda conclusión nos advierten del riesgo de adoptar visiones reduccionistas que, simplificando engañosamente la complejidad del movimiento, dificultan su comprensión. Para evitar este riesgo, es necesario que tanto las estadísticas como las narrativas sean deconstruidas y contextualizadas, explicitando sus presupuestos históricos e ideológicos. Es este sin duda el requisito indispensable para acercarse a la comprensión del Pentecostalismo actual, respetando su heterogeneidad.

Cómo citar este artículo

Cunico, Michele, "La extraordinaria expansión del Pentecostalismo Global y sus dos narrativas", Cuestiones de Pluralismo, Vol. 4, nº1 (primer semestre de 2024). https://doi.org/10.58428/YTPW4154

Para profundizar

  • Alexander, Paul (2009). Signs and Wonders: Why Pentecostalism is the world's fastest growing faith. San Francisco: Jossey-Bass.
  • Anderson, Allan (2007). El pentecostalismo: el cristianismo carismático mundial. Madrid: Ediciones Akal.
  • Cox, Harvey (1995). Fire from Heaven: The Rise of Pentecostal Spirituality and the Re-Shaping of Religion in the 21st Century. Boston: Addison-Wesley Publishing.
  • Johnson, Todd (2014). “Counting Pentecostals Worldwide”. Pneuma 36 (2): 265-288. https://doi.org/10.1163/15700747-03602006.
  • Wilkinson, Michael y Jörg Haustein (Eds.) (2023). The Pentecostal World. Abingdon y New York: Routledge.

LA STRAORDINARIA ESPANSIONE DEL PENTECOSTALISMO GLOBALE E LE SUE DUE NARRATIVE

Secondo le statistiche più autorevoli, il Pentecostalismo sta vivendo una fase di straordinaria espansione a livello mondiale. Tuttavia, dietro i numeri si nasconde un movimento complesso ed eterogeneo, a proposito del quale esistono narrative apparentemente inconciliabili.

Il fascino dei numeri

Nello studio del Pentecostalismo i numeri sono particolarmente importanti. Non c'è quasi articolo o libro che, per descrivere il movimento, non faccia riferimento alle cifre impressionanti della sua demografia. Secondo il World Christian Database, la più grande istituzione per il conteggio dei cristiani nel mondo, 35.000 nuovi credenti si convertono ogni giorno alla fede pentecostale. Nel 2020, secondo la stessa istituzione, il numero di pentecostali nel mondo superava i 620 milioni e nel 2050 sarà di oltre un miliardo. Ciò significa che, in meno di trent'anni, un cristiano su tre sarà un cristiano pentecostale.

Oltre alla grandezza dei numeri, ciò che stupisce è la velocità dell’espansione. Nonostante sia un movimento religioso giovane, la cui origine risale, secondo la tradizione, al 1906, il Pentecostalismo si è affermato come la religione con la più rapida crescita a livello globale.

Le proporzioni del fenomeno sono particolarmente impressionanti in Africa e in America Latina. In Paesi come la Nigeria, il Sudafrica, il Messico o il Brasile, la fondazione di nuove chiese è incessante ed il loro numero raggiunge o supera il numero delle chiese cattoliche ed evangeliche tradizionali.

Guardare al Pentecostalismo attraverso i numeri ha portato come conseguenza la diffusione dell’idea di un movimento religioso trionfante, destinato a vincere una presunta competizione per il controllo del cristianesimo. Molti teologi e sociologi, proprio sulla base dell'autorità dei numeri, parlano apertamente di una nuova Riforma, più potente e drastica della prima, che starebbe ‘pentecostalizzando’ il panorama religioso globale.

In questo clima di ‘trionfalismo demografico’, si tende a dimenticare che i numeri e le statistiche, nonostante la loro apparente oggettività, sono sempre carichi di ideologia e ciò può rendere difficile la comprensione del fenomeno che si vuole descrivere. Nel caso del Pentecostalismo, guardare acriticamente ai numeri ha avuto la conseguenza di considerare il Pentecostalismo come un movimento unitario, con caratteristiche dottrinali omogenee e un modello di sviluppo coerente in tutto il mondo. Questo modo di vedere il Pentecostalismo è chiamato ‘Pentecostalismo Globale’.

La duplice narrativa sopra il Pentecostalismo Globale

Nonostante le statistiche, l'immagine di coerenza trasmessa dal modello del Pentecostalismo Globale è fuorviante. Dietro i numeri si nasconde un movimento in continua evoluzione, in cui convivono realtà eterogenee e apparentemente contraddittorie. Le statistiche, nonostante lo stupore e l'idea di unità che producono, non possono nascondere le molte differenze che esistono sia nel modo in cui il Pentecostalismo viene inteso da un punto di vista dottrinale, sia nel modo in cui viene vissuto da un punto di vista fenomenologico. Non esiste una definizione unanime di Pentecostalismo, né un accordo su cosa significhi esattamente essere un cristiano pentecostale. Il modo in cui un pastore di una denominazione pentecostale storica definisce la propria fede è infatti molto diverso dal modo in cui lo fa un pastore di una chiesa indipendente di recente costituzione. Anche il modo in cui i credenti vivono la loro fede in un contesto, ad esempio, africano, è assai diverso da quello in cui viene vissuta in un contesto nordamericano, asiatico o europeo. Questo avviene perché la religione pentecostale non ha un apparato dogmatico né tantomeno una struttura gerarchica definita. È un fenomeno religioso estremamente fluido e flessibile, sia nella dottrina che nell'organizzazione, e questo rende più appropriato definirlo un movimento religioso, in continua evoluzione, piuttosto che una religione codificata. L'uso del termine ‘movimento’ vuole proprio sottolineare la sua intrinseca capacità di evolversi e la sua flessibilità, grazie alla quale il Pentecostalismo è stato in grado di adattarsi a contesti molto diversi in tempi molto brevi.  

Proprio questa flessibilità, tuttavia, genera incertezze e perplessità quando si cerca di descrivere il movimento. Sia nelle pubblicazioni specializzate che nella stampa più divulgativa, si evidenzia una complessità rappresentativa, che, aggiungendosi a quella definitoria e fenomenologica rende difficoltosa la comprensione. Tale complessità si manifesta nella presenza di una doppia narrativa.

Da un lato c'è quella che possiamo definire la ‘narrativa del successo’. Essa presenta il Pentecostalismo come un movimento di grande influenza non solo religiosa, ma anche sociale, economica e persino politica. È una narrativa che si concentra soprattutto sul ruolo delle ricche ‘mega-chiese’, americane ma non solo, mostrando le ampie risorse economiche e umane a loro disposizione e la loro perfetta integrazione nel sistema economico globale. Nelle faraoniche strutture di queste chiese si riuniscono migliaia di fedeli, attratti dalle capacità comunicative di pastori-imprenditori multimilionari, la cui influenza raggiunge molti leader politici. In questa narrativa, il Pentecostalismo cerca la massima visibilità possibile, spinto dall'obiettivo della riconquista spirituale e materiale di un Occidente definito secolarizzato e corrotto.

A seconda di chi la ascolta, la ‘narrativa trionfalistica’ è in grado di generare un sentimento di ammirazione o di diffidenza. Molte persone si sentono attratte dalla sua insistenza sul successo e sul benessere materiale, spesso sintetizzati nello slogan della ‘Teologia della Prosperità’. Tuttavia, per alcuni non risulta facile conciliare l’insistenza sulla materialità con un'idea più spirituale di religione.

Completamente opposta alla ‘narrativa del successo’ è quella che si possiamo definire come la ‘narrativa della marginalità’. Essa racconta un Pentecostalismo invisibile, le cui chiese occupano edifici semi-abbandonati nelle periferie delle grandi città. Questa narrativa descrive il Pentecostalismo come un movimento che non cerca di integrarsi nella società, ma mira piuttosto a separarsi da essa. Da essa emerge l'immagine di un movimento più interessato alla difesa delle minoranze che alla partecipazione alle dinamiche socio-culturali ed economiche globali. Le sue chiese sono descritte metaforicamente come ‘rifugi’ per coloro che soffrono di una qualche forma di emarginazione sociale. Persone che, al sentirsi escluse dal mondo, cercano un qualche tipo di riparazione.

Anche la ‘narrativa della marginalità’ genera sentimenti contrastanti. Per alcuni è una ‘narrativa di resilienza’, che rafforza la autostima, alimentando la difesa identitaria e la solidarietà comunitaria. Per altri, al contrario, essa genera marginalità e rifiuto, per il fatto che viene collegata all’idea di povertà e fallimento.

Le due narrative coesistono allo stesso tempo, il che finisce per produrre una complessità rappresentativa che rende difficile una comprensione equilibrata del movimento.

Quale delle due narrative è quella corretta?

La risposta è che, sebbene contraddittorie, sono entrambe vere e false allo stesso tempo. Entrambe sono figlie del modello interpretativo del Pentecostalismo Globale, di cui rappresentano i due volti. L’una non può esistere senza l'altra ed entrambe, da sole, sono incomplete.


Una religiosità marginale, ma molto vistosa

Dietro all'esistenza di due narrative apparentemente opposte ci sono motivazioni storiche e ideologiche, per capire le quali è necessario risalire alle origini del movimento pentecostale.

Secondo la versione più accreditata, il movimento pentecostale nacque nella primavera del 1906 a Los Angeles, quando un gruppo di persone afroamericane iniziò a riunirsi in un modesto edificio in Azusa Street, una via situata in un quartiere povero della città, per ascoltare la predicazione del pastore nero William Seymour (1870-1922). Sia Seymour che quasi tutti i suoi seguaci erano figli e figlie di ex schiavi, quindi persone di bassa condizione sociale, emarginate economicamente e razzialmente. Nelle loro riunioni pregavano e lodavano Dio attraverso forme di espressione molto vistose, mescolando per molte ore invocazioni, grida, pianti e movimenti corporali incontrollati. Affermavano di essere posseduti dallo spirito di Dio, che conferiva loro il potere di parlare in lingue sconosciute (glossolalia), guarire malattie ed espellere gli spiriti maligni.

Una religiosità così vistosa non poteva passare inosservata e perciò, nonostante fossero persone marginalizzate, Seymour e i suoi seguaci attirarono rapidamente l'attenzione della stampa locale e nazionale. In pochi giorni, la notizia di quelle persone incolte che parlavano lingue sconosciute e pregavano con modalità che agli altri apparivano esagerate, si diffuse rapidamente in tutti gli Stati Uniti. Tuttavia, allo stesso tempo in cui la nuova religione attirava l'attenzione di migliaia di persone, il suo interesse verso coloro che vivevano ai margini della società alimentava pregiudizi e diffidenza. Nonostante il clamore e l'interesse che suscitava, o forse proprio a causa di ciò, il Pentecostalismo fu considerato una setta e per molti anni la narrativa prevalente è stata quella di un movimento marginale per marginalizzati, rifugio di disadattati e perdenti.

Verso il cambio di narrativa

Il predominio della 'narrativa della marginalità' persistette fino agli anni Ottanta del secolo scorso, quando si verificò un'inversione dell'equilibrio di potere tra le due narrative. Si trattò di un vero cambio di paradigma interpretativo e fu conseguenza della convergenza strategica di tre progetti differenti, di ordine statistico, teologico e storico.

Il protagonista principale di questo cambiamento fu David B. Barrett (1927-2011), un ingegnere aerospaziale che nel 1957 era diventato missionario in Kenya con la Società Missionaria Anglicana. Da allora Barrett si era dedicato a viaggiare per raccogliere dati sulla presenza delle missioni cristiane in tutto il pianeta e nel 1982, in collaborazione con Todd Johnson, aveva pubblicato la prima edizione della World Christian Encyclopedia. A partire dal 1988 Barrett diffuse una classificazione del Pentecostalismo in tre ondate successive: quella del Pentecostalismo classico, direttamente collegata alla nascita americana del 1906, quella dei 'carismatici', che includeva pentecostali che agivano all'interno delle denominazioni cattoliche e protestanti, e, infine, le cosiddette 'reti carismatiche indipendenti'. Questa terza ondata si riferiva a tutte le altre realtà religiose sparse per il pianeta che, nelle sue statistiche, Barrett collegava, in un modo o nell'altro, al Pentecostalismo. Sarà questo terzo gruppo che produrrà la cosiddetta 'esplosione pentecostale'. Grazie alla sua classificazione, il movimento pentecostale mondiale passò da 332 milioni di praticanti nel 1988 a 523 milioni nel 2000. L'insieme delle tre ondate fu denominato da Barrett 'la rinnovazione pentecostale e carismatica dello Spirito Santo'. A questo sistema di classificazione e interpretazione sarà dato, nei decenni successivi, il nome di 'Pentecostalismo Globale', dove la parola 'Globale' oscilla tra un'accezione descrittiva e una prescrittiva/interpretativa.

Secondo il modello del Pentecostalismo Globale, tutte le manifestazioni pentecostali nel mondo si diffondevano a partire da un'origine comune, il famoso ‘risveglio di Azusa Street’, e, sebbene si organizzassero in modo diversificato secondo i contesti locali, presentavano lo stesso modello di sviluppo e la stessa coerenza strutturale. Attraverso statistiche e cronologie standard, si imponeva una visione 'evoluzionista' del movimento, secondo la quale ogni nuova manifestazione religiosa che non poteva essere collegata alle denominazioni tradizionali e che enfatizzava l'empowerment attraverso lo Spirito, indipendentemente dal contesto in cui si sviluppava, veniva considerata de facto un'evoluzione adattativa del Pentecostalismo.

Dietro l'affermazione del Pentecostalismo Globale c'erano le idee di alcuni teologi americani che, desiderosi di recuperare la visione del cristianesimo come forza di trasformazione storica, fornirono al modello i suoi presupposti ideologici. Tra i più influenti ci furono John Wimber (1934-1997), leader della Vineyard Christian Fellowship, e Charles Peter Wagner (1930-2016). Quest'ultimo, con il suo bestseller The third wave, pubblicato nello stesso anno 1988, suggerì probabilmente a Barrett la nozione concettuale delle tre ondate progressive. Secondo Wagner, il mondo stava procedendo verso una nuova era dello Spirito, che avrebbe eliminato tutte le differenze denominazionali.

Le statistiche di Barrett erano esclusivamente descrittive, tuttavia furono viste da molti teologi e sociologi della religione come prova della forza del movimento pentecostale sulla cristianità e sulla società nel suo insieme. Ciò portò a un'inversione dell'equilibrio di potere tra le due narrative e, da allora, la 'narrativa del successo' prevalse sulla 'narrativa della marginalità'.

La nuova classificazione non fu esente da polemiche e diede luogo a un vivace dibattito tra i sostenitori di una visione più 'stretta' e quelli di una visione più 'ampia' del Pentecostalismo. Da una parte c'erano i conservatori, che non accettavano che chiese indipendenti, senza connessioni storiche con gli eventi di Azusa Street, fossero considerate chiese pentecostali. Il loro obiettivo era mantenere il controllo del movimento nelle mani delle grandi denominazioni pentecostali classiche, principalmente di origine statunitense. Dall'altra parte c'erano i progressisti, sostenitori di una posizione più aperta e inclusiva, interessati a diffondere una concezione meno dottrinale e più esperienziale della fede pentecostale. La persona che forse più contribuì all'affermazione di un Pentecostalismo inclusivo fu il teologo svizzero Walter Hollenweger (1927-2016). La sua opera principale, intitolata The Pentecostals: The Charismatic Movement in the Churches, fu pubblicata, nella versione inglese, nel 1972. Destinato a diventare la pietra angolare degli studi successivi sul Pentecostalismo, il libro di Hollenweger definiva il Pentecostalismo come un movimento 'curativo' per le persone marginalizzate e argomentava che la grande espansione che il movimento stava vivendo nei paesi poveri era dovuta tanto alla sua teologia di tipo spontaneo quanto alle sue peculiari modalità comunicative, particolarmente adatte, secondo il teologo, a favorire la comunicazione con lo Spirito di Dio. Hollenweger collegava direttamente la nascita e la diffusione del Pentecostalismo alle capacità espressive degli afroamericani discendenti dagli schiavi africani. In questo modo, dimostrava la sua vicinanza ideologica ai movimenti di liberazione nazionale dei paesi africani e asiatici degli anni Cinquanta e Sessanta, così come ai movimenti per la conquista dei diritti civili delle persone nere che ebbero luogo negli Stati Uniti durante gli anni Sessanta.

Oltre le narrative dicotomiche

Quali conclusioni possiamo trarre da queste brevi note?

La prima è che le statistiche sulla diffusione del Pentecostalismo non sono sufficienti, di per sé, per comprendere il movimento pentecostale nella sua complessità ed anzi possono rivelarsi ingannevoli. Pur rimanendo utili per comprendere l'entità dell'espansione raggiunta dal movimento, i numeri non rendono conto delle dinamiche storiche e ideologiche che interagiscono al suo interno. Con la loro pretesa di esaustività, i numeri finiscono per nascondere la complessità di un fenomeno che non si lascia ricondurre a categorie predefinite o classificare con etichette.

La seconda conclusione che possiamo trarre è che il movimento pentecostale, quando osservato attraverso le narrazioni contraddittorie che lo accompagnano, finisce per ridursi a metafore linguistiche, tramite le quali si crea l'illusione dell'esistenza di un 'Pentecostalismo del successo' contrapposto a un 'Pentecostalismo della marginalità'.

Sia la prima che la seconda conclusione ci mettono in guardia dal rischio di adottare visioni riduzioniste che, semplificando ingannevolmente la complessità del movimento, ne ostacolano la comprensione. Per evitare questo rischio, è necessario decostruire e contestualizzare sia le statistiche che le narrazioni, esplicitando i loro presupposti storici e ideologici. È questo senza dubbio il requisito indispensabile per avvicinarci alla comprensione del Pentecostalismo attuale rispettando la sua eterogeneità.

 

 

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