El marco de la acción social de las confesiones religiosas minoritarias
Para analizar el marco de la acción social de las confesiones religiosas minoritarias nos encontramos con algunas dificultades de orden sociológico o metodológico que son básicas para comprender esta realidad.
La primera constatación se hace cargo de la profunda diversidad de la acción social de las diferentes confesiones. El número de fieles, el grado de institucionalización, la implantación territorial, la orientación de su acción y la capacidad de financiación, entre otros factores, presentan un amplio espectro de pluralidad y diversidad. Este hecho no permite generalizar de modo automático muchas tendencias y realizaciones de la acción social.
Además, las confesiones religiosas minoritarias no tienen herramientas de recogida de información comunes en los diferentes grupos de la misma confesión y no existen, en la mayoría de ellas, datos accesibles estandarizados que permitan una comparación con organizaciones sociales del tercer sector de acción social (en adelante TSAS). Es cierto que este problema existe también en el TSAS, especialmente en las entidades pequeñas, pero es más profundo en las confesiones religiosas.
Una tercera dificultad está relacionada con el grado de visibilidad que desean las diferentes confesiones sobre la acción social. Aunque con diversa intensidad, las personas involucradas con la acción social de las confesiones religiosas dudan sobre el grado de comunicación que deba tener su acción. La acción social de los fieles brota de la “interioridad” y no es deseable hacer publicidad de la misma, porque lo básico es la “intención recta” de la acción y no su publicidad. Sin duda, hay confesiones que tienen articulados planes de comunicación de la acción social, pero existe, a nivel general, una cierta tendencia a no visibilizar la solidaridad.
Por último, es interesante notar las diferencias en el grado de institucionalización que tienen las confesiones religiosas. Por ejemplo, Diaconía, que se estructura desde la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, presenta un nivel de articulación institucional alto como espacio de gestión y organización, frente a entidades de otras confesiones. Además, incluso dentro del mismo ámbito de las iglesias evangélicas, en el que se sitúa Diaconía, nos encontramos con pequeñas iglesias que tienen un nivel de institucionalización escaso y no aspiran a tenerlo mayor. Al interior de las mismas confesiones existe un grado muy heterogéneo de institucionalización de la acción social que exige abordajes más complejos para su comprensión global.
Advertidas estas dificultades, ¿qué podemos decir de la acción social de las confesiones religiosas minoritarias a partir de la investigación citada?
La acción social de las confesiones se sostiene, en términos generales, con estructuras pequeñas, con un voluntariado organizado alrededor de comunidades locales y con muy poco personal liberado o asalariado en sus proyectos. Evidentemente existen organizaciones más estructuradas, incluso de ámbito internacional, pero el peso mayor recae en lo local. Sin duda, una característica esencial es la alta participación de personas voluntarias, la inmensa mayoría pertenecientes a la confesión, en todo el desarrollo de los proyectos.
La financiación de la acción social es básicamente propia, cuenta con muy poca ayuda del sector público o privado. Solo un 29,2% de personas involucradas en la acción social refiere que sus confesiones reciben dinero de las Administraciones Públicas, e incluso algunas confesiones rechazan categóricamente la ayuda financiera por parte de las diversas instituciones públicas. Sin embargo, de forma mayoritaria, más de un 65% de las personas entrevistadas, entienden que la acción social que las confesiones realizan debiera tener más apoyo de las instituciones públicas, especialmente en la difusión de sus acciones y en un tratamiento específico en cuanto entes religiosos para el desarrollo de su acción social. Partiendo de esta percepción de las confesiones religiosas sobre su relación con las Administraciones Públicas, es importante anotar que en España estas participan desde la iniciativa social sin ánimo de lucro (TSAS) con fórmulas jurídicas diversas, porque, salvo alguna excepción, el ordenamiento jurídico no recoge a los entes religiosos en cuanto tal en el desarrollo de la acción social. Esta petición de las confesiones religiosas, de consideración específica como entes religiosos en el desarrollo de la acción social, puede poner en riesgo el principio de laicidad y la libertad de conciencia de los beneficiarios, al no quedar clara la separación entre finalidad social y religiosa en la acción social financiada con fondos públicos. Además, esta singularidad normativa podría entrar en contradicción con el principio de igualdad en la concurrencia de la adjudicación de servicios públicos.
En este sentido, la legislación española (especialmente la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio) salvaguarda la identidad propia y específica de las confesiones y posibilita el fomento de organizaciones para el desarrollo de sus fines. Parece recomendable la constitución de asociaciones o fundaciones civiles por parte de las confesiones para el desarrollo de su acción social. Además de garantizar el principio de laicidad y libertad de conciencia, posibilitaría una mayor participación y visibilidad en el ámbito del TSAS y la sociedad civil.
La labor de las confesiones religiosas se concentra en los programas de asistencia social básica y en el desarrollo de acciones de promoción social. Los programas de asistencia social básica se centran en labores de emergencia social: ayuda de alimentos, roperos, pagos de suministros y otras ayudas económicas. Y las actividades de promoción social giran en torno a acciones formativas y de empleo. Se observa en la acción de las diversas confesiones una especial cercanía a las personas más empobrecidas desde los programas de acción dirigidos a las personas en exclusión. Curiosamente, desde el 2015 el TSAS muestra un descenso en los programas a este colectivo, mientras que es el eje fundamental en la acción social de las confesiones religiosas. La cercanía a lo local, los principios religiosos que alientan la ayuda a los más necesitados y la participación de muchas personas empobrecidas en estas confesiones religiosas hacen relevante y reveladora esta mayor cercanía a la exclusión social.
Enlazando con la idea anterior, las confesiones religiosas ayudan de una manera especial a las personas pertenecientes a sus propias confesiones. El impacto de las crisis referidas ha tenido una incidencia fuerte en las poblaciones más vulnerables y socialmente frágiles. Esta realidad ha hecho que se potencien los mecanismos de ayuda interna para estas personas, aunque sin dejar cerrado el carácter abierto de la acción social. Muchas confesiones tienen articulado un doble proceso. Uno de ayuda interna que responde a las necesidades de las personas que participan en la confesión. Por ejemplo, algunas confesiones articulan esta ayuda interna con capacidad de responder a las especificidades alimentarias de las creencias o a las celebraciones religiosas que exigen ciertos recursos para llevarlas a cabo, e incluso, hay algunas que tienen un mecanismo periódico para la atención a estas personas con necesidades dentro de la confesión. El otro proceso, de carácter más abierto, se organiza para apoyar a las personas que no pertenecen a la confesión. Es interesante observar esta dinámica de movimiento hacia dentro y hacia fuera de las confesiones. El llamado capital del vínculo (“hacia dentro”) aparece de forma intensa en las confesiones religiosas y el capital de acceso (aquel que nos abre a otras personas que no comparten rasgos de homogeneidad con nosotros) es más débil (Bilbao, 2015). La acción social se está convirtiendo es un espacio privilegiado para las confesiones para construir capital de acceso, porque les hace encontrarse con realidades muy diversas y porque en la acción social muchas veces se trabaja con otras organizaciones que no son del ámbito religioso. La colaboración con otras organizaciones es una constante, aunque débil todavía, en el despliegue de la acción social de las confesiones religiosas que deberá ser en el futuro un factor fundamental para visibilizar la presencia de las confesiones en el espacio público.
Una sospecha que siempre sobrevuela las actuaciones de las confesiones religiosas gira en torno al proselitismo. Muchas personas entienden que las confesiones realizan la acción social con fines proselitistas y no con el objetivo de ayudar a las personas en sus necesidades. Las personas participantes en los grupos de discusión manifiestan una clara percepción de separación entre los ámbitos de acción. Entienden que la acción social no debe ser un espacio de proselitismo. Ahora bien, sí que estaba muy presente la dimensión espiritual del ser humano en los procesos de ayuda. En coherencia con algunos estudios realizados en España sobre la importancia de la espiritualidad para las personas en exclusión (Sánchez y Fuentes, 2021), en este caso personas sin hogar, las confesiones observan que las necesidades espirituales también aparecen en el proceso de ayuda. Uno de los retos para las confesiones será cómo atender a estas necesidades espirituales sin caer en los peligros, reales y manifiestos, del proselitismo.